Madre ausente
- Florencia Zerón
- 8 feb 2023
- 2 Min. de lectura
Son muchas las consecuencias de sufrir el abandono materno, también difiere en que etapa de tu vida haya pasado. Yo solo puedo dar mi punto de vista o contar como me hizo sentir a mí. Tal vez mi mamá lea esta nota y no este de acuerdo, espero que entienda que es una forma de expresarme y no de agresión hacia ella.
La realidad es que para entender lo que sufrimos debemos ponernos en el lugar del otro, de más está decir que los vínculos se construyen de a dos, si una parte esta en falta, la otra no es cien por cien responsable de como accione en su vida.
Siempre pensé lo mismo, tal vez me equivoque, que la vida me juzgue. Mi mamá tenía un gran amor y lo perdió, pero no lo perdió por decisiones de la vida, sino, por injusticias de la vida. Su amor sufrió un ataque al corazón.
Desde ahí, mi mamá ya no era la misma, dejé de sentirme protegida a temerle, empecé a sentirme sola. Solo era una pequeña niña de cuatro años, o eso creo.
La parte más jodida fue cuando tenía diez años; enfermé, quien sabe de que y estuve internada por unos meses. La realidad es que en ese momento tenía grandes problemas de vivir con mi mamá, realmente sufría y no quería estar conviviendo con ella, quería irme con mi papá. Esto termina sucediendo y parte del acuerdo para que esto sea posible, era que yo la visitara los domingos.... A medida que pasaron los años me fuí alejando, teniendo un vínculo casi nulo con ella, ella no sabía nada de mí, ni yo de ella.
Así pasaron los años, las navidades las pasaba con ella, pero también dejó de ser así.
Mi vida empezó a tener grandes cambios de salud, trabajo, facultad, salud mental, nunca más conte con ella. Pero porque siempre sentí que no la necesitaba, porque mi papá fue de gran ayuda y sostén en todos los ámbitos de mi vida.
Pero los problemas están y muchas veces nos sigue afectando, la baja autoestima, la irritación, cuestiones hereditarias como las características depresivas. Un conjunto de cosas que si no las trabajamos nos puede afectar de una forma intensa, por decirlo de alguna forma.
Me ha costado veintiocho años de vida soltar ese vínculo y rehacerme. Creo que no hay nada más sano que hacer terapia y perdonarse a uno mismo por lo que no se supo dar o no se quiso dar. Liberarnos de la culpa y de todo aquello con lo que nos castigamos.
Salir del rol de víctima y encarar la vida con la responsabilidad que esta conlleva.
Seamos más empáticos con los vínculos.
A mi no me abandonaron, simplemente no supieron estar.

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