Me elegí a mí

Y de repente la lluvia me trajo consigo algo de inspiración. La verdad es que no conocía muy bien a Pablo, solo sabía que mis días eran más intensos e inestables con él.

Él traia una mochila bastante pesada, pero en vez de intentar sacar cosas de ella, simplemente guardaba más y más.

Por las noches era todo muy incierto, como su amor, no sabías si te amaba o le convenía tu compañía, pero volvía todas las noches. La constancia hizo crecer el enamoramiento, eso creo.

Lo que yo daba por él era mi tiempo, principalmente, le dedicaba tiempo y ese era el acto de amor más grande que había.

Pero eso no alcanzaba, nunca. Por más tiempo que yo le regalara, él mendigaba el tiempo que podía darme, por eso dejó de servirme.

Tuve que elegir si conformarme con ese sentimiento diminuto de alegría que tenía ante su presencia efímera o si por fin tomaba la decisión de quedarme con mi tiempo y regalarmelo a mí.

Era un acto de valentía absoluta, porque para aprender a enamorarse de uno, hay que regalarse tiempo y dedicación. Yo ya no quería mendigar, quería amar y cuando perdí las esperanza; abrí los ojos y me llene de honor.